El Bar La Paz, uno de los locales más reconocibles de la hostelería tradicional de Cartagena, se despedirá definitivamente el martes 30 de diciembre tras 58 años de actividad. Fundado en 1967 por Antonio y Mariano, el establecimiento ha sido durante décadas un lugar habitual para miles de familias, especialmente ligado a los desayunos y a una forma de entender el bar de barrio hoy cada vez menos frecuente.
Desde sus inicios, en la calle Alfonso X el Sabio, La Paz se concibió como un negocio sencillo y cercano, pensado para el día a día. Con el paso del tiempo, ese planteamiento lo convirtió en un punto de referencia: churros recién hechos, chocolate espeso y mesas ocupadas desde primeras horas de la mañana, en un ambiente ajeno a modas o tendencias gastronómicas. Su continuidad se apoyó en la constancia y en una clientela fiel que mantuvo viva la rutina durante generaciones.
En su última etapa, el negocio ha estado regentado por Raúl Rodríguez, quien ha mantenido viva la esencia del bar en un contexto cada vez más complicado para la hostelería tradicional. Subidas de costes, cambios de hábitos y una normativa urbana en transformación han ido estrechando el margen de supervivencia de locales como La Paz.
Paradójicamente, el cierre llega tras un logro administrativo: el actual propietario ha conseguido que la licencia del kiosco rojo situado frente al bar pueda ofrecer churros y chocolate, amparado por la nueva ordenanza de quioscos en Cartagena. No le ha sido fácil y ha peleado cada segundo para esa autorización. Esa situación hace inviable mantener abierto el establecimiento, trasladando el servicio a la vía pública.
Antes de bajar la persiana, La Paz celebrará una fiesta de despedida, en la que vecinos, amigos y clientes habituales podrán reunirse por última vez en un espacio que ha sido punto de encuentro, refugio de conversaciones y parte del paisaje cotidiano de la ciudad.
El cierre no solo supone la desaparición de un negocio, sino también de una forma de vida ligada a la Cartagena que no aparece en los circuitos turísticos, pero que ha sostenido la vida diaria de sus barrios. Un establecimiento que sobrevivió a crisis económicas y transformaciones urbanas, pero no a la reordenación del espacio y del modelo comercial.
Con la persiana bajada, el Bar La Paz se suma a otros locales emblemáticos que desaparecen sin relevo. Cartagena continúa su evolución, pero en ese proceso va dejando atrás lugares que durante décadas fueron rutina, hogar y memoria compartida para varias generaciones.